Rotura fibrilar: clasificación y causas.

La rotura fibrilar, también llamada desgarro muscular, es una lesión producida por la rotura de las fibras que componen el músculo. El desgarro muscular provoca la sensación de haber recibido una “pedrada” en la zona. Provoca un dolor muy intenso y localizado que obliga a suspender la actividad que se esté realizando, ya que al contraer el músculo se pone en tensión el área lesionada.  Cuando se produce una rotura de fibras o rotura fibrilar, siempre viene precedida de un dolor agudo concreto y localizable. Las personas que las sufren en ocasiones describen estos dolores como si hubieran recibido una “pedrada”.

Es difícil la identificación y catalogación del grado de estas roturas. Lo ideal es realizar una prueba diagnóstica de imagen que clarifique la intensidad de la rotura aunque si esta es muy pequeña muchas veces no se aprecia en la imagen.

 

¿Cómo se clasifican las roturas fibrilares?

La rotura muscular se clasifica en función del grado de rotura:

  • Grado 1 (rotura fibrilar): es la más frecuente y menos grave. Se produce una rotura mínima a nivel de las fibras musculares. El paciente refiere un dolor agudo inmediato al gesto lesional acompañándose de pérdida de fuerza e impotencia funcional en algunas ocasiones. El dolor aumenta con la marcha y persiste en reposo, obligando a terminar la práctica deportiva. Puede aparecer hematoma y el paciente refiere un punto doloroso a punta de dedo. No es apreciable en ecografía.
  • Grado 2 (rotura parcial): produce el signo de la pedrada produciendo un hematoma y una deformidad apreciable a la exploración física que no afecta por completo al músculo. Es seguro la impotencia funcional y sucede tras un movimiento brusco. Produce un dolor muy agudo que no disminuye con el reposo.
  • Grado 3 (rotura total): existe una rotura amplia en el músculo. Se aprecia el llamado “signo del hachazo” por el hundimiento apreciable visualmente que separa el musculo en dos partes. Produce dolor agudo, impotencia funcional y gran deformidad. En este caso resulta necesaria la intervención quirúrgica en estos casos.

La rotura fibrilar y la rotura parcial se producen por un sobre estiramiento, es decir, cuando el musculo se estira más allá del rango normal. Las roturas parciales suelen ocurrir en actividades que requieran un cambio de ritmo y la rotura total suele suceder por un traumatismo directo sobre la zona.

 

¿Cuáles son las causas de una rotura fibrilar?

Dentro de las posibles causas de este tipo de lesión, podemos destacar como principales:

  • El desequilibrio muscular entre musculatura agonista y antagonista.
  • La debilidad muscular: la debilidad de un músculo dentro de un grupo muscular hace que el resto tenga que trabajar más para compensarlo lo que implica un mayor riesgo de rotura.
  • Un calentamiento y entreno insuficiente: por duración o intensidad puede favorecer a la lesión muscular.
  • El mal apoyo, gesto deportivo o tipo de calzado pueden sobrecargar la musculatura.
  • La falta de elasticidad: a mayor rigidez mayor riesgo de rotura.
  • Ejercitarse muy frecuentemente sobre superficies irregulares.
  • La falta de hidratación: puede ser antes, durante o post ejercicio. El alcohol y las drogas favorecen la deshidratación y, con ello, la rotura muscular.
  • La falta de minerales tales como calcio o potasio necesarios para el metabolismo muscular.
  • Falta de sueño y/descanso afectan a la recuperación muscular. También el exceso de entrenamiento afecta a la musculatura negativamente.
  • Condiciones atmosféricas: en climas fríos y húmedos la tensión muscular es mayor.
  • Condiciones propias de la persona: edad, raza, sexo o predisposición genética. También en cuanto a la capacidad de recuperación muscular.
  • Padecer ciertas enfermedades.

¿Cómo prevenir las roturas fibrilares?

Entre los consejos para prevenir la rotura de fibras destacamos:

  • Realizar un calentamiento previo de toda la musculatura que englobe los grandes grupos musculares para mejorar la capacidad de contracción. Así como podemos realizar ejercicios de movilidad articular.
  • Fortalecer la musculatura tanto agonista como antagonista para no crear inestabilidades.
  • No excederse en la actividad que se realice. Es tan importante la actividad en sí como los periodos de descanso y aumentar la actividad de forma progresiva.
  • Estar siempre bien hidratado antes, durante y después del ejercicio.
  • Llevar una alimentación equilibrada que nos aporte los nutrientes adecuados para el buen funcionamiento muscular.
  • Realizar de forma habitual ejercicios de relajación y estiramientos musculares.
  • Aportar ciertos minerales a la dieta que ayuden a la recuperación muscular.
  • Si fuese necesario acudir al Fisioterapeuta para evitar la sobrecarga muscular que pueda desencadenar en una rotura muscular.

 

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