Los calambres musculares se definen como una contracción repentina, involuntaria y dolorosa de un músculo o de una parte del mismo. Suele desaparecer por sí sola después de unos minutos. Generalmente, se acompañan de un “anudamiento” palpable en el músculo afectado.
Los calambres se dan de manera frecuente entre los deportistas, pero también suelen afectar a menudo a la población general. Algunas veces incluso durante las horas de sueño, dándose a conocer como“calambres nocturnos”. Generalmente son muy dolorosos y provocan una fuerte impotencia funcional en el momento. El sujeto puede verse incapaz de continuar con la práctica deportiva.
Factores a tener en cuenta:
Clásicamente, su origen se ha atribuido a diferentes factores que se pensaban desencadenantes como el calor, la deshidratación, la acumulación de ácido láctico en el músculo, los desequilibrios electrolíticos, los acortamientos musculares, etc. En este sentido, los remedios que se han utilizado de forma popular para evitar su aparición han sido la ingesta de bebidas deportivas, plátanos o tabletas de magnesio.
Sin embargo, las investigaciones más recientes nos dicen que realmente los problemas que hemos citado no son los únicos que influyen en la aparición de los calambres. La corriente más actual defiende que el calambre se produce por un fallo en la función neuromuscular normal. Esta hipótesis explica que el verdadero culpable es una distorsión en la señalización neuronal que se da entre los músculos y la columna vertebral del sujeto. De esta manera, cuando el músculo está fatigado, el reflejo neuronal responsable de enviar una señal de relajación a la columna vertebral se cansa. Por ese motivo, la señal de contracción se mantiene y el músculo se queda “acalambrado”.
Es importante poder actuar en consecuencia y prevenirlos de manera correcta. Un calambre muscular en un momento determinado, va a impedir la práctica de cualquier actividad pudiendo suponer una situación de riesgo.
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